Pregón LXXV Aniversario

Padre Nuestro,

Que en lo más alto de Vélez, desde el mismo Cielo eres eterno vigía de nuestras almas,

Santificado sea por siempre tu Bendito Nombre y Bendito el Vientre de Mayor Dolor que te engendró,

Venga a nosotros ese tu Misericordioso Reino de Oración, de Paz, de Amor al Prójimo,

Hágase siempre tu voluntad, tanto en la tierra como en el cielo, tanto en nuestros corazones como en nuestro cotidiano caminar,

Danos hoy más que nunca tu pan para comer y tu vino para beber, porque es ahora cuando necesitamos compartir tu cuerpo y tu sangre para que nos sirvan de alivio en medio de tanta desgracia y penuria,

Perdona todos nuestros pecados Señor de Brazos abiertos y acogedores, Cristo crucificado precisamente por nuestras deudas, por nuestras faltas, por nuestros errores; Cristo del Perdón y de la Cruz,

Haz que nosotros seamos tus seguidores y perdonemos también a aquellos que nos ofendieron. Porque si Tú perdonas, si Tú nos bendices con tu misericordia, ¿quiénes somos nosotros para no perdonar a los demás?

No nos dejes caer Dios Mío en tentación alguna, ruego seas siempre nuestra luz y nuestra guía, y al igual que Tú no sucumbiste a tentación alguna, haz que sigamos tu senda y tu Palabra, sin apartarnos jamás del Amor y Fidelidad al Padre,

Líbranos Señor de los Vigías de todo mal, líbrame Cristo mío del mal camino, del pecado y la incomprensión.

Líbrame hoy más que nunca de toda presuntuosidad y cúbreme de humildad, porque hoy Señor, hoy vengo a tu Altar a pregonar a los cuatro vientos el Amor que siento por Ti. Por eso es mi deseo comenzar este Pregón como se empiezan las cosas en la Cofradía de los Vigías, en tu Hermandad: Rezando tu Oración.

Ese es nuestro secreto, si es que se considera secreto. Esa es la clave de toda vida cristiana y cofrade: Rezar tu Nombre, Decir sin vergüenza alguna que somos cristianos, obreros de Cristo, seguidores de tu Palabra. Y eso es lo que vengo a recitar con mi prosa y mis torpes palabras laicas: que me siento muy orgulloso de decir en medio de esta crisis de Fe que yo no la he perdido, que represento a un colectivo que no la hemos perdido, que llevamos 75 años de Fe ininterrumpida en una Cruz, en una Muerte serena, una Muerte que no es tal, que es un Sueño delicado y celestial. 75 Años tomando tu cruz y siguiéndote, allá por donde estés, allá por donde vayas. 75 Años de pasear tu nombre por las calles veleñas y por todos los rincones del mundo adonde uno sólo de tus hijos haya podido llegar.

A ti encomiendo mi oratoria. Una vez más en tus manos me pongo para que esta noche tomes las riendas de mi vida, para que me permitas ser el vehículo que lleve tu Palabra a todos los presentes. Aquí, en tu casa, en tu templo, en tu Altar mayor. Dame fuerzas Señor para no fallar en este gran cometido.

Y no me olvido de Ti, Señora del Mayor Dolor. Cuán grande es mi pena porque desde aquí mi vista no alcanza a verte en tu Capilla. No te sientas sola esta noche mi Niña, mi Princesa de negro manto, porque voy a hacer que desde aquí te lleguen mis oraciones, porque voy a intentar que esta noche no tengas que sufrir ningún Calvario, porque espero conseguir que esta noche te sientas orgullosa de ser la Madre de todos los Vigías. En ti también confío, Señora del llanto y de la pena y a ti te pido que seas la intercesora entre este simple hijo tuyo y el Altísimo Todopoderoso.

Por eso hoy Cristo de los Vigías te pido me des la fuerza necesaria para pregonar tu nombre. Sí, tu nombre, tu bello y significativo nombre: “Vigías”. La palabra más bella que tiene el diccionario, la palabra que más veces ha salido de mi boca, la última palabra que me gustaría decir en vida, morirme con ella en los labios: VIGIAS.

A vosotros, querida Junta de Gobierno, queridos hermanos en la Fe en Cristo y María, quiero agradeceros que esta noche me hayáis permitido estar en este atril cumpliendo el sueño más inesperado e imprevisto que haya podido imaginar. A vosotros os debo dos de los momentos más bellos e irrepetibles de mi vida: a vosotros os debo ser vuestro Hermano Mayor y ser el pregonero del 75 Aniversario. Jamás pensé en convertirme en Hermano Mayor de la Cofradía, pues veía ese alto cargo como algo inalcanzable, y de pronto, sin esperarlo, me vi rodeado de vuestra absoluta y plena confianza. Juntos empezamos a preparar ilusionados el 75 Aniversario fundacional, y de nuevo me sorprendéis con el nombramiento de Pregonero. Sigo sin ver mis méritos para ocupar hoy este atril porque no soy poeta, ni trovador, ni literato, ni siquiera sé componer en verso. Tan sólo traigo mis alforjas llenas de Fe Vigía, de amor por un Cristo Crucificado y por su Madre cargada de sufrimiento y del mayor de los dolores.

Gracias en especial a ti, hermana Inmaculada. Gracias, porque fuiste la primera en confiar en mí para ser el Hermano Mayor, porque fuiste la primera en proponer que hoy fuera el pregonero, porque siempre has confiado en mí, por aceptar ser la segunda de a bordo de este gran navío llamado Vigías, porque sé que tendré siempre tu apoyo incondicional, porque no me he equivocado contigo, porque juntos comenzamos esta andadura y juntos tenemos que acabarla. Gracias Mª Carmen Peña, mi querida hermana Mª Carmen, por haber inculcado en tus hijos, especialmente en Inmaculada el amor por el Cristo de los Vigías. Gracias por cruzarla en mi camino. Gracias Inma por ser hoy mi presentadora, por tus bellas e inmerecidas palabras hacia mi persona. Sabes que aquí me tendrás siempre, para lo bueno y para lo malo, como buenos hermanos.

Siempre llevaré en mi corazón la noche que mi Cofradía (cuánto me enorgullece decir “mi” Cofradía) me eligió Pregonero del 75 Aniversario. En sesión ordinaria de Junta de Gobierno a finales del mes de noviembre 2011 me dispongo a que entre todos decidamos la persona más adecuada para protagonizar este pregón compartiendo con todos mis hermanos la responsabilidad y evitando tener que tomar con ello una decisión unilateral. Cuando de repente no me dejan ni terminar de hablar y enseguida me dicen que la Cofradía ya tiene pregonero, que ya han pensado en alguien con nombre y apellidos. Y ese nombre es el mío. Entrecortado, pálido, nervioso y emocionado, tras una primera resistencia, finalmente tuve que claudicar ante tanta esperanza puesta en mí. Del resto de la reunión… ni me acuerdo. Pero esa no fue la única sorpresa de la noche. Esa noche había una tierna mirada de madre que me esperaba y que hizo que la emoción continuara. Estoy seguro que algo tuvo que ver también María, la Madre del Señor, en mi emoción y mi alegría desbordada de aquella noche. Una vez terminada la reunión, encaminé mis pasos hacia el lugar donde se encontraba Mª Stma. De la Estrella, Madre de la Iglesia, y por vez primera contemplé su rostro, por vez primera sus pupilas se cruzaron con las mías y quedé de nuevo petrificado. Impresionante tu mirada. Algo tuviste que ver, Virgen de la Estrella, estoy completamente seguro. A ti fueron mis primeras palabras de agradecimiento, contigo compartí aquella noche ese gran secreto y por eso a ti te tengo también presente en este atril. Porque al fin y al cabo, qué más da que estés cubierta de negro manto y envuelta en tu mayor dolor o que seas la estrella de resurrección que nos guías tras la Pascua. María tan sólo hay una, la de Nazaret, la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, la que tiene a Andalucía y a Vélez Málaga como su tierra propia. En María creo y a María adoro, y a María le doy gracias por ser mi Protectora, mi amparo y mi refugio, Remedios para todos mis males. Santísima Virgen de los Remedios Coronada, a ti te imploro seas esta noche Patrona y Guardesa de mi Oración. Tantas veces he acudido al Cerro a rogarte, a suplicarte, a pedirte salud una y mil veces, que hoy sería totalmente injusto e ingrato no decirte, Virgen de mi devoción, que me protejas y guíes en esta noche tan especial de mi vida. Tú que has sido testigo íntegro de estos 75 años de historia. A ti, cuya medalla llevo a diario colgada en mi cuello desde que mi abuela Remedios me la dejara en su lecho de muerte. A ti, vengo a suplicarte por todos mis hermanos vigías, para que les des salud, fuerza, Fe e ilusión en esta fecha tan especial y esperada. Por ellos, por mí, por todos los cofrades veleños: ¡Santísima Virgen de los Remedios Coronada, Excelsa Patrona y Alcaldesa Perpetua de Vélez Málaga!

1937 Calles solitarias, vacías, tristes, sembradas de miedo, desolación y destrucción. En la mente de todos los veleños el horror y la muerte en forma de fusilamientos indiscriminados de hace apenas unos meses. Las calles y caminos manchados de sangre. Aún sigue latente el temor a que aviones de las fuerzas enemigas regresen y bombardeen de manera indiscriminada a la población civil. A lo lejos el horror de las víctimas de la carretera de Almería. El miedo se ha instalado en nuestra ciudad como un habitante más.

Pero entre tanta infamia, siempre surge la esperanza; ese rayo de luz que ilumina el caminar de todo un pueblo. En lo más alto de la Ciudad hay un punto clave que como torre altanera es testigo mudo de todo lo que acontece a vista de pájaro. Desde allí se divisan las montañas, nuestras Sierras de Tejeda y Almijara, el boquete de Zafarraya y la vecina provincia de Granada. Y por supuesto el Mar Mediterráneo. Y allí, encaramados en su campanario, día y noche, un grupo de vigilantes con los que el sueño y el cansancio no pueden, a quienes no vencen el miedo y el pánico a ser bombardeados. Un grupo de hombres que miran de frente a la muerte. Y que se autodenominan con una palabra que a partir de entonces va a formar parte de la historia de Vélez Málaga, que va a entrar en los anales de nuestro pueblo de una manera tan gloriosa que ya jamás se podrá olvidar. Una sola palabra que encierra un significado que va más allá de lo que nuestra Real Academia de la Lengua pudiera denominar objetivamente. Compromiso, Lealtad, Unión, Ciudadanía, Responsabilidad, Defensores a ultranza de la Vida, Trabajo, Firmeza, Seriedad, Rigor… únicamente VIGIAS.

En sus manos estaba la firme responsabilidad de avisar a la población veleña de que aviones enemigos se aproximaban prestos a soltar su bola de fuego y destrucción en forma de bombardeos. En esos momentos, las campanas de Santa María tocaban no con repiques de gloria y alegría sino con voz atronadora de alarma… ¡Corred a los refugios, veleños y veleñas….! Coged a los niños primero y huid con lo que tengáis puesto, buscad un lugar seguro… que de nuevo nos visita la muerte…

Durante el tiempo que estuvo Vélez Málaga en peligro jamás dejaron su puesto estos veleños incondicionales de pro, anónimos vigilantes del cielo y el mar, vigías de la vida, Vigías de Vélez Málaga. Desde la Villa, desde Santa María, desde el corazón mismo de nuestra Ciudad.

Hasta entonces la Iglesia de Santa María de la Encarnación no sólo había formado parte de la inconfundible silueta de Vélez, sino que era uno de sus templos más ricos en patrimonio y en historia. Los veleños jamás sabremos lo que perdimos para siempre en las aciagas tardes de quemas y saqueos de iglesias y conventos de julio de 1936. Nunca, repito, nunca sabremos el alcance del patrimonio y la historia perdidos. Si hablamos de Santa María las pérdidas fueron incalculables, valiosísimas, dignas de cualquier capital o ciudad que sí supo conservarlas y que hoy día son el espejo donde nos miramos con nostalgia, añoranza, melancolía y un poquitín de rabia. Como muestra el enorme y poderoso altar de las Ánimas Benditas del Purgatorio, la pequeña y coqueta talla de la Virgen de la Paz, con su coronita de plata y sus ropas talladas y estofadas; el coro, su sillería del Siglo XVI y un magnífico y soberbio facistol giratorio también del Siglo XVI donde se podían tener abiertos cuatro libros a la vez en forma de pirámide truncada, adornado con algún remate religioso o simbólico y montado sobre un pie o pedestal en medio del coro … y sobre todo una Imagen que desde que la vi en el Archivo Temboury quedé enamorado de su belleza, serenidad, dulzura y sonrisa infantil: el Divino Pastorcito. Jesús niño pastoreando sus ovejas y el dulce corazón reflejado en su pecho. Imagen de un gusto y sabor añejo increíbles. Hoy día sería sin lugar a dudas una de las grandes joyas de Vélez Málaga. Una verdadera lástima queridos amigos.

Pero sin lugar a dudas, la joya de la corona de la Iglesia de Santa María de la Encarnación era, es y seguirá siendo su Retablo Mayor, narración viva y educativa de la vida de la Virgen. De autor anónimo, bien pudiera datarse al escultor Pedro de Moros, de mediados del Siglo XVI. El retablo, con el escudo central del Obispo de Málaga durante los primeros años del S. XVII D. Juan Alonso de Moscoso, consta de cuatro partes bien diferenciadas: en la base del mismo diferentes relieves estofados y policromados representando la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel, la Presentación del Niño en el Templo, el Nacimiento de San Juan Bautista, la Natividad de la Santísima Virgen y la Circuncisión del Niño Jesús. En la primera planta se representa el Gozo de la Virgen María: en el centro la Anunciación a María de la Encarnación del Hijo de Dios flanqueado por las Imágenes de San Pedro y San Pablo, quienes a su vez están rodeados del Evangelista San Lucas, San Juan Bautista y San Sebastián (Patrón de Vélez Málaga). En el segundo cuerpo se recrea la Gloria de María: la figura central es la Asunción de la Santísima Virgen aupada por seis ángeles alados, a ambos lados San Andrés y el Apóstol Santiago y en los laterales San Judas Tadeo, San Marcos, San Esteban y San Bartolomé. En el tercer cuerpo queda simbolizada la Pasión de la Santísima Virgen representada por el Calvario con la Virgen Dolorosa, San Juan Evangelista y Cristo Crucificado, el Apóstol Santiago el Menor y los doctores de la Iglesia San Gregorio, San Jerónimo de Estridón, San Agustín de Hipona y San Ambrosio. Y por último todo ello coronado en el frontón por la figura de Dios Padre con el mundo en sus manos y en actitud de bendecir al Pueblo Veleño. Oro fino para el dorado de todo el retablo, ángeles en el cuerpo superior y gárgolas en los laterales. El tesoro más antiguo de nuestro Vélez: actualmente mutilado.

Todo ello, excepto la base del retablo y toda la imaginería del cuerpo superior junto a gran parte de los bajorrelieves del mismo fue pasto de las llamas por culpa de un grupo de energúmenos incultos que guiados sabe Dios por qué mano dejaron huérfana para siempre a Vélez Málaga de su historia y patrimonio de siglos. No destruyeron la fe de un pueblo cristiano, sino la riqueza cultural y el futuro de la ciudad. Al igual que Santa María, la totalidad de los templos y ermitas veleñas corrieron la misma suerte: fuego y destrucción. Y con ellos la práctica totalidad de las Imágenes y enseres de la Semana Santa Veleña, famosa en toda la provincia por su brillantez y calidad. Numerosa en hermandades y cofradías que, sin embargo, quedaron como sus imágenes: reducidas a la nada. Todo se había perdido y los cofrades que sobrevivieron a los fusilamientos se encerraron en sus casas injustamente aterrorizados, asustados, vigilados.

Una Iglesia casi en ruinas, llena de suciedad y pavesas quemadas, en desorden, saqueada, profanada… fue el escenario con el que se encontraron ese grupo de escuchas y vigías capitaneados por un veleño de pro, de los de antes, defensor a ultranza de Vélez Málaga, amante de sus tradiciones hasta el tuétano: D. Antonio Piédrola Jiménez. Y junto a él D. Eloy Téllez Márquez, Primer Hermano Mayor de la Cofradía, D. Valentín Ruiz Santacruz, D. Juan Herrera Alcausa, D. José Abad Molina, D. Antonio Abad Molina, D. Salvador y D. Ramón Nadales, D. Arturo Rodríguez Martín y D. Francisco Pareja Romero.

A hurtadillas, en el silencio del templo, auspiciados por los viejos y maltratados muros de la Iglesia subieron un caluroso día del mes de julio de 1937 con la ayuda de unas grandes escaleras de la Eléctrica, al cuerpo superior del retablo y descolgaron por primera vez en la historia al Crucificado que lo coronaba, a quien desde ese momento nombraron su patrón y bienhechor bautizándolo con el nombre de su escuadra; desde entonces a esa Imagen de Dios Crucificado se la conoce por Nuestro Padre Jesús de los Vigías. Algunos dicen que no sabían lo que estaban haciendo, pero yo estoy seguro que el bueno de Antonio Piédrola, quien escribió con lápiz en el retablo la fecha de bajada del Cristo, lo sabía perfectamente: estaba entrando con letras de oro en la historia de la Semana Santa y por tanto en la historia de Vélez Málaga. Con unas cáscaras de patata quitaron todo los excrementos de aves y suciedad que 400 años habían acumulado en la Imagen del Cristo, tallándole asimismo la espalda (ya que al ser una imagen de retablo, tenía el dorso hueco) y escribiendo para la posteridad la siguiente inscripción en el interior de la Imagen y que aún se conserva:

“ Este Cristo pertenece al Retablo de la Iglesia de Santa María de Vélez Málaga, de donde se extrajo para sacarlo en procesión de Semana Santa el 15 de marzo de 1938 por haber quedado destruidas las imágenes por los rojos en la revolución de julio de 1936. Fue restaurada la espalda de esta imagen por el carpintero José Téllez Jiménez. Vélez Málaga 15 de marzo de 1938. II Año Triunfal. Un devoto, médico de esta ciudad Luis Téllez Herrera.”

Asistimos, señoras y señores, a dos acontecimientos fundamentales en el devenir de nuestro pueblo: la fundación en plena Guerra Civil de la Cofradía de los Vigías y el nacimiento de la Semana Santa contemporánea tal y como la conocemos hoy día. Por esa razón y no por otra es por lo que la Cofradía de los Vigías siempre se ha denominado como precursora de los desfiles procesionales de Vélez Málaga, no porque se los inventara (que éstos ya existían de muchos siglos atrás), sino porque sus cofrades vencieron al miedo y al terror y tuvieron la valentía de echarse a la calle poniendo en peligro sus vidas, sin importarles nada más que el dar gracias a su Cristo por permitirles seguir con vida y continuar con su labor de servicio a los demás. Algunas cofradías se perdieron para siempre, otras quedaron aletargadas un tiempo, otras como el Huerto siguieron vivas pero sin actividad externa hasta que D. Domingo Sánchez Mesa terminara de restaurar al Señor, y otras como los Vigías y los Ex – Combatientes fueron fundadas con las Imágenes del Crucificado de Santa María y la Virgen de los Desamparados respectivamente. A veces echo mi imaginación a volar y un sentimiento de curiosidad me invade. Verdaderamente me gustaría cerrar los ojos y trasladarme a aquella época de Vélez: ¿cómo sería la vida de un cofrade vigía aquellos días? ¿cómo quedó realmente Santa María? ¿qué brillo había en los ojos de esos primeros ocho hermanos vigías? ¡cuánto me hubiera gustado vivir esos momentos de fundación, esas primeras lágrimas de emoción en la sacristía de Santa María, ese primer miedo por la precariedad del descendimiento del Cristo, ese primer Vía Crucis de la historia Vigía desde Santa María a San Juan.

Cristo mío de los Vigías, acoge bajo tu seno a todos los caídos en la Guerra Civil Española, a todos los españoles de ambos bandos que perdieron la vida en una lucha fratricida sin sentido ni lógica alguna. Ellos están contigo, estoy seguro. Tú les has perdonado que prendieran el fuego de la destrucción de tus templos, Tú que predicabas el Amor, el Perdón y la Paz en medio de un territorio también hostil, dales tu bendición. Despega tus dedos del madero y bendice a todos los que realmente no sabían lo que estaban haciendo. Enciende con ellos otro tipo de fuego, otro tipo de luz que no lleva a la destrucción sino a la contemplación de ese Dios Eterno que corona tu retablo. Porque sólo tú eres grande Señor, sólo Tú Altísimo y Misericordioso Cristo de los Vigías.

Y comienza entonces la vida de la Cofradía en la Parroquia de San Juan Bautista que se convierte desde entonces en primer templo de la Ciudad de Vélez Málaga. La antigua capilla funeraria del Ministro de Justicia veleño durante el Reinado de Isabel II D. Federico Vahey Alba, había sido igualmente saqueada y profanada en julio de 1936 y presentaba al igual que el resto de la Iglesia un estado de conservación deplorable. Esos primeros vigías se encargaron en arreglarla, adecentarla y acondicionarla, siempre con el permiso de la autoridad eclesiástica, para que acogiera durante todo el año a su Cristo Protector. La Capilla conserva actualmente la artística reja y la totalidad de las yeserías alusivas a la Justicia y a D. Federico Vahey. Y allí quedó instalado. Pero… le faltaba algo. El Cristo inclinaba un poco más su cabeza como si se sintiera solo, como si tuviera una pena un poquito más honda… no estaba su Madre, la que había estado junto a Él durante 400 años en Santa María. A pesar de que el retablo también había sido desmontado y llevado a San Juan, desde la Capilla que sus hermanos le habían labrado, no la veía a Ella ni notaba su presencia. Y los cofrades se dieron cuenta de la tristeza que invadía su Cristo y finalmente consintieron que María también lo acompañara en el día a día de su nueva vida en San Juan. La Cofradía pasó a denominarse entonces de Nuestro Padre Jesús de los Vigías y Mª Stma. De los Dolores. Con suaves lágrimas en sus mejillas y sus manos entrelazadas, sumida en un mar de dolor y angustia la Virgen llora desconsolada la muerte más cruel que a un Hijo le pueden dar.

Virgencita de los Dolores, Tú fuiste la primera Madre Dolorosa que mis hermanos vigías rezaron a diario. Tú limpiaste la sangre de su costado por primera vez aquí en San Juan. Tú abriste tus manos sin que nadie se diera cuenta para acunarlo por las noches como hacías en Belén. Tú le cantaste aquí en la penumbra del templo sus primeras nanas y arrorrós. A ti dedicaron los vigías sus rosarios, ave marías y novenas. A ti te llevamos en el corazón más de un vigía que aunque no vivimos aquella época en primera persona, algo nos han debido dejar de herencia nuestros mayores porque sin saberlo ni esperarlo sentimos por ti un cariño especial cuando cada Martes Santo paseas por nuestro Vélez, buscando de nuevo la Cruz del Crucificado. Cada noche de Martes Santo cuando tus horquilleros suben por Calle Sevilla procedentes de tu Calle La Carrera, al pasar por delante de la Capilla Vigía vuelves tu cara de un modo imperceptible para ver de frente en la penumbra del templo al Cristo de los Vigías entre faroles rojos apagados, y una lágrima más asoma a tus mejillas cuando escuchas al Cristo de los Vigías llamarte con un susurro muy ligero: “Mamá, regresa pronto”

¿Te acuerdas Virgen de los Dolores, cuando en años de dura posguerra y hambre en la población, acompañabas al Cristo de los Vigías en su trono procesional por las calles veleñas? Juntos recogíais las miles de plegarias que cada noche de Viernes Santo os dirigían pidiendo comida y trabajo. Sin embargo las discordias y la incomprensión os separaron de la manera más cruel, como hace dos mil años en el Gólgota. Te llevaron de nuestro lado Virgencita de los Dolores y nuestro Cristo quedó de nuevo huérfano durante 50 largos años en los que te vimos primero llorar de soledad en tu altar de San Juan y después formar tu propia cofradía. Pero aun así Virgen de los Dolores, ruega por tus hijos de entonces, por aquella primera Familia Poey que permitió que acompañaras al Cristo de los Vigías y por aquellos que después te separaron de Él. Perdona sus pecados y sé siempre su luz y su guía. Tiende tu mano a tus hijos Vigías que cada Martes Santo te seguimos rezando y piropeando. ¡Porque siempre serás para nosotros nuestra Reina y Señora de los Dolores, Madre primera de todos los Vigías!

Y llegó la posguerra a Vélez Málaga, y con ella una dura y difícil época de recuperación económica y moral que sólo a base de imaginación y duro esfuerzo y trabajo fue superada poco a poco. Por todo ello los cofrades tenían que aunar esfuerzos para llegar a alcanzar al menos mínimamente la tan ansiada estación de penitencia. Poco a poco las cofradías iban saliendo de su letargo con renovados esfuerzos e incluso hubo alguna que otra fundación más de nuevas cofradías. Pero la dureza y la pobreza de la época aceleraban la escasez de medios económicos e incluso humanos para continuar con la tradición más añeja de la Ciudad: la Semana Santa. Por eso, en 1948 las únicas cinco cofradías que existían en Vélez Málaga aquel año fundan la que hoy día es la institución más antigua de la Ciudad: la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Vélez Málaga. Y como no podía ser de otra forma la Cofradía de Los Vigías tomó parte activa en dicha fundación junto a las Cofradías de Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto (Cofradía de los Labradores), la de Mª Stma. De los Desamparados (Cofradía de Excombatientes), Ntro. Padre Jesús de la Humildad y la recién fundada Cofradía de Ntro. Padre Jesús en su Triunfal y Gloriosa Resurrección, todo ello con el beneplácito del recordado y querido Arcipreste D. José Ariza. El resto de hermandades y Cofradías fueron incorporándose a la Agrupación como si de un rosario pasionista se tratara: poco a poco, resurgiendo de sus cenizas con una fuerza inusitada, con pasos cortos pero firmes. Sabia y arriesgada decisión la de aquel grupo de valientes cofrades veleños.

Dentro del seno de la Cofradía Vigía se iba gestando poco a poco un ideal de Cofradía seria, responsable, sin grandes alardes, solemne, rigurosa, casi marcial. Cofradía que pasea a hombros, con la más rigurosa compostura, la muerte de Jesús Nuestro Señor. Desde el primer momento, nuestro recordado y querido Antonio Piédrola Jiménez quiso diseñar un modelo de Cofradía que se distinguiera de las demás por su estilo propio y diferenciado. Y lo consiguió, vaya si lo consiguió…. Hasta tal punto que logró que Los Vigías fuera un modelo a imitar por muchas otras corporaciones, consiguiendo no obstante cada una de ellas su sello propio. ¡Qué orgullosos nos sentimos hermano Antonio Piédrola por todo el bien que nos has dejado a las generaciones venideras! ¡Nunca podremos agradecerte todo el impresionante legado que nos has dejado: nada más y nada menos que el amor no sólo por un Cristo Crucificado sino por las cosas bien hechas, por las cosas sencillas y a la par elegantes, por el orden y la solemnidad de la Estación de Penitencia de cada Viernes Santo. Porque si no hubieras fundado la Cofradía de los Vigías, la tendríamos que haber inventado de alguna manera, porque Vélez Málaga no podía quedarse sin tu arte, sin tus inquietudes, sin tu sabiduría, sin tu desmedida devoción por la cultura y por todo lo que huela a Vélez Málaga. Recuerdo en estos momentos, una llamada telefónica que me hizo un día siendo ya hermano mayor de la Cofradía un señor que yo tan sólo conocía de verlo pasear con paso lento y reflexivo por las calles de nuestra ciudad. Un hombre que arrastraba años y un carrito que le servía para tener mayor estabilidad, pero que no cabía duda de que era un hombre culto y erudito. Bajo de estatura, lentes en sus ojos, sombrero de los de antes, de los de toda la vida. No sé cómo consiguió mi teléfono, pero hizo que nos viéramos una mañana para tomar un café y exponerme lo que le venía rondando por la cabeza tiempo atrás. Confesó ser gran amigo personal del desaparecido Antonio Piédrola Jiménez, de quien me dijo que uno de sus grandes logros para Vélez Málaga fue donar los terrenos del antiguo Convento de Capuchinos, propiedad de la familia Piédrola, al Ayuntamiento de Vélez a condición de que construyeran allí la Biblioteca Municipal, que fue llamada curiosamente con el nombre de Federico Vahey, ministro veleño del S. XIX que mandó construir la Capilla de San Juan para albergar sus restos y que a posteriori la cofradía arregló para venerar en ella al Cristo de Los Vigías. Pues este señor me pidió el apoyo de la Cofradía para pedir al Ayuntamiento que cambiara el nombre de la Biblioteca Municipal y la renombrara como Biblioteca Municipal Antonio Piédrola. Por supuesto le dije que sí, que contara con mi apoyo personal y de la Cofradía. Desgraciadamente este señor murió poco después sin ver concluido su deseo. Por eso desde aquí, desde el pequeño poder de convocatoria que este atril me confiere esta noche, quiero cumplir con la promesa que te hice querido amigo Paco Cazorla aquél día. En mi nombre y en el de la Cofradía de Los Vigías solicito al Ayuntamiento de Vélez, a nuestro Alcalde aquí presente, que tenga a bien abrir expediente para que la Biblioteca Veleña pase a llamarse “Antonio Piédrola” en agradecimiento por la trayectoria humana, profesional, cofrade y en pro de la cultura veleña de uno de nuestros fundadores, hoy día disfrutando de la luz eterna del cielo. Jamás te conocí en persona querido amigo Piédrola, pero a través de tus hijos parece que lo hubiera hecho desde siempre. Fundador de la Cofradía de los Vigías y segundo hermano mayor de la misma, Presidente de la Agrupación de cofradías, impulsor antes de la Guerra de la Cofradía del Santo Sepulcro, Torero aficionado en los años 20 que tuvo el valor de ponerse delante de un becerro con el único objetivo de obtener beneficios para el Sepulcro, insigne comerciante veleño… todo un caballero. Por eso, vaya por ti este pequeño homenaje póstumo que te hace tu Cofradía, tu tan querida Cofradía, la niña mimada de tus ojos, el mejor legado que dejaste a tus hijos y al resto de veleños. Gracias por todo querido Antonio Piédrola y allá donde estés, ten por seguro que tu obra no terminará, que aquí quedamos tus hermanos vigías para continuar con tu espíritu, con el ideal de cofradía que nos enseñaste, para que tu memoria perdure por el paso de los años. A ti, y a todo el grupo de primeros vigías este recordatorio en el pregón del Aniversario, de tu Aniversario, en forma de aplauso emocionado.

Será en la década de los cincuenta cuando la Cofradía de Los Vigías tome un impulso definitivo con la incorporación de una nómina de hermanos que han estado en activo prácticamente hasta sus últimos días en el caso de aquellos que nos han abandonado ya, aunque a fecha de hoy todavía hay un grupo de veteranos que nos siguen guiando a los más jóvenes y que siguen siendo un espejo vivo donde reflejarse. Es en esta época cuando la Cofradía comienza a ser presidida como Hermano Mayor por una de las personas más importantes en mi vida, y que me vais a permitir por un instante que hable en primera persona, por muy mal que pueda sonar. Esta persona estuvo en el cargo nada más y nada menos que 33 años. Pocas personas conozco que hayan tenido el afecto, el cariño, el respeto y el apoyo unánime de toda una Cofradía. Hombre cabal, serio, ordenado, respetuoso, amigo de sus amigos, patriarca de toda una familia y el mayor de 12 hermanos. Sus obligaciones en el frente bélico le impidieron ser fundador de la cofradía, a la que se incorporó más tarde de manos de su padre, que sí formó parte de ese primer grupo de vigías. Ambos ya fueron horquilleros anteriormente del Santo Sepulcro. Buen padre e inmejorable abuelo, tío y consejero.

A ti, va dedicado este Pregón.

A ti, que hoy sé que, desde el cielo, se te está escapando una lágrima de emoción.

A ti, que sé que abrazado al abuelo y a mi padre me estáis dando los tres todo el apoyo, aliento y fuerza necesaria para estar hoy aquí arriba junto a nuestro Cristo de los Vigías pregonando su hermosura y grandeza por los cuatro costados.

A ti, que me enseñaste a quererlo como a nadie en esta vida, como tú lo habías hecho anteriormente.

A ti que presentiste que me convertiría en hermano mayor con el paso del tiempo y que desde que yo apenas contaba con una docena de años ya me encomendabas tareas importantes en la organización de la cofradía.

A ti, que nos enseñaste prácticamente a todos tus 50 sobrinos a rezarle al Cristo de Los Vigías.

A ti, al que adoro y echo tanto de menos en los momentos duros de soledad a los que un hermano mayor se enfrenta a lo largo de su mandato.

A ti, que tantos horquilleros buscabas y pagabas de tu bolsillo la mayoría de las veces.

A ti, Hermano Mayor Honorario Y Perpetuo de la Cofradía,

A ti Tito, a ti,

A ti, que te fuiste de este mundo sin conocer a Nuestra Señora del Mayor Dolor, uno de tus anhelos, sin ver al más pequeño de tus sobrinos convertido en Hermano Mayor…

A ti, que hoy gozas de la Presencia del Señor, tú y mi Padre que hace 36 años en este mismo lugar, en esta misma capilla, lloró lágrimas de amor al Cristo de los Vigías pidiéndole con fuerza y con el corazón en un puño que nos salvara a mi madre y a mí.

A vosotros, Manuel Abad Arias y Antonio Abad Arias va dedicado este Pregón.

Por un momento, echo de nuevo a volar mi imaginación y pienso en lo que será una Cuaresma cualquiera, un Viernes Santo más allá en el Cielo. Y veo una Cofradía celestial presidida por Antonio Abad y una Agrupación encabezada por Antonio Piédrola. Presiden la Sagrada Cátedra D. José Ariza, D. José del Campo y D. José Barroso. Como Secretario todo un caballero de elegancia y eterna sonrisa pero serio cuando hay que estarlo llamado Leandro González Zurdo. Junto a él, Antonio Enrique Piédrola incansable defensor de todo lo que huela a Vigía, tesorero infatigable y admirador del orden y la compostura. Junto a ellos, preparándose para formar el desfile toda una legión de romanos con Manuel Iglesias a la cabeza, con casco en la cabeza, coraza en el pecho y lanzas en la mano. De repente, suena un golpe seco y se escucha una queja desde los varales del trono celestial. Es Francisco Peña Salido que ya se ha abierto otra brecha en la cabeza. Y preparando la ropa de los penitentes, los escapularios y todos los enseres un nutrido grupo de cofrades: Adolfo Aragüez, Antonio Martín Requena, Rafael Reyes López o Eduardo Pareja Pérez. Una voz que rechista y protesta quejándose porque no quiere hacer capirotes, “a mí, capirotes no”: es Antonio Santana Bueno, “Santanica”. Otro grupo de hombres repasan el trono con el mejor oro que ha llegado al cielo: “Stalkinski”. Son Manuel Morales Cruz, Manuel Polo Molina, Antonio Prados y Antonio López Fuentes. El cartel anunciador del evento ha sido realizado por Fernando Gil Moreno, sabio, culto y profesional. Restaurador del mejor y más perfecto arte. Como jefe de trono circunstancial José Abad Arias y como Jefe de Procesión Antonio Muñoz. Y bajo los varales cien horquilleros entre los que distingo a Juan López Jiménez “Chani”, Manuel Román Ramírez, Antonio Martín Barranquero, José Fúnez Gordillo, Antonio Arroyo García, Rafael García Ruiz, Juan Lapeira Cabello, Miguel Vela, Manuel Ocón Lanzas, Rafael Muñiz Moreno, que también está preparando la parada para el bocadillo, Rafael Muñiz Marfil, mi padre Manuel Abad Arias y Miguel Martín González. Veo también a José Morales, con su cámara en la mano, fotografiando cada instante, cada momento, cada detalle.

Y entre las promesas destacan con su vela siempre encendida María Pardo Pardo y su esposo Francisco Díaz, Remedios Amador López con su eterna sonrisa y cánticos al Señor, Mercedes Narváez, Dolores González de Verdejo, o Manolo Bravo de Mansilla.

Y de fondo, una saeta celestial: la inconfundible voz de Esperanza La Maúca.

Todos en sus puestos, suena la campana y el trono con toda esa cofradía se levanta más que nunca al mismo cielo, para pasar por la mejor tribuna y las mejores calles a las que todos algún día también llegaremos. Ellos están viviendo el mejor Aniversario, simplemente porque están junto a nuestro Cristo y Nuestra Virgen en la Semana Santa eterna.

Cristo de los Vigías, atiende nuestras súplicas, acoge bajo tu mirada las almas de todos nuestros hermanos y hermanas difuntas y haz de ellos que contemplen tu luz y tu Palabra. Ellos también forman parte de este Aniversario y parece como si todos estuvieran aquí mismo, bajo estas paredes y este techo que tiempo atrás contemplaron. Nuestras oraciones y nuestro recuerdo más emocionado a todas estas personas y a todos los que no he nombrado porque mi juventud me ha impedido reconocerlos en ese sueño de cofrade eterno.

Virgen del Mayor Dolor, alza un poco más tu mirada, abre un poco más tus manos y pídele al Padre Eterno por todos los hermanos vigías que ya te contemplan desde el cielo y que este año contemplarán desde el mejor de los balcones cómo el Viernes Santo de 2012 harás historia cruzando por vez primera en noches de Pasión ese dintel en busca de tu Hijo Crucificado. A hombros de tus hijas horquilleras, con una lágrima más resbalando por tus mejillas, saldrás al cancel a recibir al Señor Vigía de Vélez. Enlutada en tu dolor, serás el consuelo que espera el Varón de Dolores para ser descendido de la Cruz y llevado al Sepulcro.

¡Horquilleras vigías, sabed que este año 2012 vais a hacer historia! Aunque sólo sea por este año, aunque el próximo Viernes Santo la Virgen del Mayor Dolor aguarde como siempre la llegada de la Cruz con la mayor de las inquietudes que una Madre puede padecer. ¡Qué más da! Tus cofrades deseamos más que nadie hacer la estación de penitencia por las calles veleñas contigo. Pero no puede ser, queremos darte el trono de Reina que te mereces y el mejor cortejo que a una Madre se le pueda ofrecer. Pero este Viernes Santo 2012 no podía pasar sin que Nuestra Señora mostrara su Mayor Dolor a todos sus hijos. Por eso te pido, como Madre, como Señora del Dolor y el Llanto que alivies tu pena por unos momentos, que tus lágrimas tornen en sonrisa maternal y en esos instantes vuelques tu mirada sobre todos tus hijos, los que ya no están y te contemplan cada día en el cielo y los que aquí te mimamos a diario en la Capilla. ¡Hermanas, Grupo Joven de la Cofradía! ¡Mecedla con el mayor de los respetos y la seriedad que imprime la Cofradía! ¡Despacito, poco a poco, en el silencio del templo, que es Viernes Santo y Cristo ha muerto en la Cruz. Oración en vuestros labios, lágrimas contenidas en vuestras pupilas, nervios a flor de piel, emoción desbordada, letras de oro para la historia… un pasito más, otro más, otro más… cuidado: ¡escalón! Mecida corta, más corta, avanzando hasta que la campana llegue al primer escalón… ¡Quietas ahí! Que el Cristo de los Vigías se ha girado para contemplar a su Madre cara a cara, por fin, Madre e Hijo frente a frente. Fijaos en ese momento como la Virgen seca con su fino pañuelo de encaje la sangre que su Hijo viene derramando tiñendo las calles veleñas de un rojo intenso. Fijaos como abre sus ojos y su boca un poco más con el horror impregnando sus pupilas. Cristo levanta su cabeza inclinada, abre un poco sus cansados ojos y contempla a su Madre. En ese momento todos los veleños somos Juan Evangelista: “Veleños, ahí tenéis a vuestra Madre. Madre, ahí tienes a tus Hijos”… Y Vigías de nuevo agacha la cabeza y sigue hacia delante con paso firme y lento mientras María del Mayor Dolor vuelve sobre sus pasos a la intimidad de la Iglesia, donde esperará una vez más, paciente como todas las madres, el regreso del Hijo… pero eso… eso ya es otra historia y que cada cual saque su propia reflexión.

Mi mente vuelve a transportarse de nuevo. Esta vez a mi niñez, a mi infancia. Años 80. Un reguero de penitentes blancos y rojos vienen carretera del Trapiche hacia arriba en dirección a San Juan. Capas rojas al vuelo dan una elegancia y a la vez un orgullo inusitado a quienes las visten. Y entre esos penitentes de todas las edades hay uno que apenas levanta un metro del suelo, el más pequeño de todos, delgaducho y enclenque… pero ese día sonriente como el que más porque realmente se siente importante cuando viste esa túnica que su madre le ha hecho con todo el amor del mundo y por desgracia con pocos recursos, porque incluso la túnica está hecha de dos retales distintos… Pequeño capirote y cara descubierta, nada de faraona. Antiguo escudo de lentejuelas en la capa. Los bolsillos llenos de peladillas, todas para darlas, pero ojo, no a todos los pesados que insistentemente te dicen una y otra vez “Penitente, ¿tienes peladillas? Sonrisa de lado a lado. Pero cuando se llega por fin a San Juan todo cambia. El rigor y la solemnidad lo trastocan todo. Los mayordomos lo organizan todo con celeridad pero con orden. La procesión poco a poco se va formando en el interior. Pero algo llama aún más la atención de ese pequeño penitente: un hombre de riguroso traje negro, escapulario rojo y martillo de madera en la mano, forma de una manera casi militar a todos los horquilleros que serios, firmes y solemnes forman cinco filas conforme los van nombrando. Ese señor es el Jefe de Trono que ordena seriedad, solemnidad y saber estar… y por último… rezan. Menudo contraste para un pequeño: Rigor casi militar y oración. Un simple Padre Nuestro. Momentos que llegan al corazón de ese niño de una manera tan honda que desde ese mismo momento no piensa en otra cosa que en llegar a ser un día horquillero de los Vigías. Ese Jefe de Trono se convertiría con el paso de los años en el Maestro de maestros en la carrera cofrade del chaval. Cátedra viviente de cómo se lleva un trono en Vélez Málaga. Historia viva de nuestra Ciudad. Pregonero por tres veces, Hermano Mayor de la Cofradía y Jefe de Trono durante más de 40 años. Has sido mi profesor, mi compañero de viaje, mi confesor y la primera persona que confió en mí en la Cofradía, pero sobre todo has sido, eres y serás mi AMIGO, mi HERMANO. ¡Cuánto me gusta llamarte así, “Hermano”! Por ti una y mil crápulas y francachelas. Gracias por imprimir tu sello a la Cofradía, gracias por el apoyo que siempre me has dado, gracias por dedicar tu vida a la Hermandad. Tus horquilleros te echamos de menos, por eso, querido amigo, querido hermano Salvador Gallardo Fernández, capataz de capataces, escuela viva del martillo y la campana, este año 2012 quiero, queremos, que des los primeros toques de campana de tu Cristo de los Vigías, de la campana que lleva grabado tu nombre. Aquí mismo, al pie de estas escaleras, rezaremos juntos de nuevo la oración que el Padre nos enseñó, como siempre, como se sigue haciendo todos los años, pero esta vez de una manera especial. Quiero trasladarte la decisión de la Cofradía desde lo más grande, desde este atril y no por carta: Salvador Gallardo Fernández, este año ponte bueno, cuélgate al cuello tu medalla y tu escapulario rojo, coge el martillo y dale a tu trono los toques necesarios para que comience el 75 Aniversario.

Y continúan mis recuerdos de infancia. Un sonido muy especial, muy característico, con sabor a añejo, a otros tiempos… Delante de ese pequeño, la Cruz Guía y un señor mayor de traje que no hacía más que ir y venir de arriba abajo guardando el riguroso orden de la cofradía, cual celoso guardián de que todo saliera a la perfección. Detrás, un regimiento de guardias civiles de verde uniforme y marchas muy características. Hace poco cayó en mis manos una vieja cinta de radio que mi añorado y recientemente fallecido Antonio Enrique Piédrola Téllez me dio para que la guardara en el archivo de la cofradía. ¡Qué difícil va a ser no verte en San Juan querido Antonio este año 2012, y más aun sabiendo la ilusión que tenías con este Aniversario! Aunque te considero un privilegiado porque te has ido de nuestro lado para vivirlo precisamente con Él, junto a Él. Pues esa cinta es de la desaparecida Banda de Guardias Civiles de la Comandancia de Málaga que todos los años acompañaba a la Cofradía, creándose desde 1948 la vinculación entre la Benemérita y Los Vigías. Y esas marchas son las que estamos escuchando: cornetas, tambores y gaitas… sonidos de otra época, sonidos que se pierden en el tiempo y que te trasladan a tu infancia cuando los vuelves a escuchar. Era una Semana Santa distinta, diferente, con otro estilo, más familiar y popular, más nuestra, más de pueblo, sin tantas influencias externas, más… veleña. Sabor a ajo bacalao, a peladillas, a patatas y manzanas de caramelo por las calles, a almendras pregonadas entre el gentío, a chocolate con churros de madrugada, a bocata en la tienda de Pepe Ramón y cerveza y cigarro en el bar de Fúnez cuando se encerraba la procesión, a pitas para pinchar los claveles y alfalfa picada en la mesa del trono, a estreno de pantalones cortos el Domingo de Ramos y Macetica de la Perrera, a fachadas encalás y bengalas en los balcones esperando el paso de los tronos… Una Semana Santa con menos protocolo y actos oficiales. De viejas sillas de anea amarradas durante el día por las calles veleñas esperando ser ocupadas durante la noche. Una Semana Santa no sé si más religiosa, pero con más respeto por la tradición. No quiero con ello desmejorar la actualidad, nada más lejos de la realidad. En estos años se han dado pasos de gigante hacia una grandeza y fuerza inusitadas, esfuerzo del duro trabajo de todos los cofrades veleños. Y eso es precisamente lo que quiero reivindicar: el veleñismo… Defendamos lo nuestro paisanos, porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará. Defendamos nuestras tradiciones, dejemos a un lado las que nos llegan más allá de las Sierras Tejeda y Almijara, que no estoy diciendo que sean mejores ni peores, simplemente es que no son nuestras. Dejemos a nuestros hijos el legado que nos dieron nuestros padres. Que Vélez es mucho Vélez y en Vélez hay que morir.

Precisamente el amor a Vélez Málaga ha sido otra nota predominante en estos 75 años de vida vigía. La cofradía ha intentado siempre que se ha podido defender y llevar el nombre de Vélez Málaga por bandera, desde la confianza en los jóvenes artistas de la localidad hasta el apoyo dado a otras cofradías en momentos difíciles. Somos la única Cofradía veleña cuyos Sagrados Titulares han sido realizados en Vélez Málaga, han nacido aquí. La impresionante y exacta réplica del Stmo. Cristo de los Vigías realizada por José Casamayor y Nuestra Señora del Mayor Dolor obra del también imaginero veleño Israel Cornejo. Vía Crucis del veleño y Hermano de la Cofradía Manuel Hijano Conde, a quien agradezco una vez más esta grandiosa obra conmemorativa con que ilustramos el 75 Aniversario, bordados de los Talleres La Concepción de Vélez Málaga, Carteles Oficiales de la Semana Santa en los que la Cofradía era protagonista realizados por Pedro Aljama, Alejandro López y en este año tan especial nuestro Antonio Domínguez, cruces de procesión donde reposa el Cristo realizadas por Antonio Ruiz Doncel, Mural y Estandartes Mayores del maestro y hermano Paco Hernández… y un largo etcétera: Vélez Málaga en estado puro. Y como he mencionado antes, la hospitalidad y solidaridad con las demás Hermandades en los momentos difíciles. El Cristo de los Vigías nunca ha estado solo en su Capilla, y eso los hermanos de la Corporación lo podemos decir a boca llena: En esa Capilla María ha llorado sus Dolores amargamente desde los años 40 y posteriormente ha repartido su Caridad en forma de Virgen Franciscana que en los años 80 visitó a su Hijo Vigía acompañada de la imponente y bellísima Imagen de Jesús de la Humildad, egregio Señor de San Francisco, baja mirada humilde y a la vez Rey de Reyes que volvió de nuevo a la Capilla junto a María pero esta vez con la advocación más corta y necesaria en el mundo entero: Paz. Dos años fue tiempo suficiente para que todos los vigías nos sintamos un poco humildes y los humildes un poco vigías. Jamás olvidaré la estampa de tanta belleza y majestad tras las rejas de la capilla, jamás olvidaré el día que me disteis el martillo el Jueves Santo y pude dar los primeros toques de campana a Jesús de la Humildad. Esa noche no era Alberto Abad, sino la Cofradía de los Vigías y el Mayor Dolor quienes sellaban un hermanamiento en forma de primeros toques de salida. Es y será siempre uno de los grandes regalos que me ha hecho la vida.

En la Capilla Jesús también ha sido Sentenciado a muerte, Azotado en la Columna de los Estudiantes, Cautivo de túnica blanca, Buena Muerte en brazos de su desconsolada Madre de las Angustias y Yacente en su Santo Sepulcro. María del Mayor Dolor ha acogido en sus divinas manos el cuerpo yacente de Jesús en su Santo Sepulcro transformándose la Capilla en esos momentos en el mismísimo Gólgota, el monte Calavera, con la Cruz en el centro y la desgarradora imagen de María sumida en su Mayor Dolor agarrando con fuerza el santo sudario que envolvía el cuerpo de Cristo. Hermanos del Santo Sepulcro, sí, HERMANOS, pues próximamente sellaremos oficialmente ese hermanamiento que nos habéis propuesto y que aceptamos con la más grande de las satisfacciones porque así nos consideramos: hermanos en la Fe en Cristo, hermanos de Parroquia y de día, unidos por la misma Pasión… si ese rinconcito de San Juan tiene mucho arte concentrado… Y no me puedo olvidar de ti, mi santa adorable de San Juan, carita de amor que me eleva al rezo cada vez que la contemplo, pucherito divino, llanto entrecortado, la niña de mis ojos: María Magdalena. Verte en la Capilla es un lujo para todos los sentidos: Cáliz y Pañuelo en tu mano, María del Mayor Dolor elevando al cielo su mirada y detrás Cristo Crucificado. Parece la misma escena vivida en el Calvario hace más de 2000 años. María Magdalena a los pies del Maestro, presta siempre a perfumar su cadáver, secarle la sangre y evitar que ésta se derrame por el suelo según la costumbre judía y a envolver el cuerpo para trasladarlo al Sepulcro. Sé que tu sitio está en otra parte de la Iglesia, junto al Cautivo de Medinaceli, pero cada vez que nos visitas a tus hijos vigías, el corazón me late más deprisa y se me hace un poco más difícil marcharme de la Iglesia y que mis ojos dejen de contemplar esa estampa tan maravillosa y tan … VELEÑA. Hermanos del Cautivo de Medinaceli y Santa María Magdalena, gracias siempre por el trato tan amable y tan cordial que me habéis dado a mí y a la Cofradía de los Vigías en el seno de vuestra Hermandad, gracias una y mil veces por vuestra ayuda desinteresada, por vuestra colaboración sin límites, por estar siempre ahí, por ser nazarenos cautivos blancos y morados pero de corazón vigía. Gracias os doy en público por vuestra ayuda en la preparación de este altar no para mayor honor y gloria de la Cofradía de los Vigías, sino para mayor honor y gloria de Jesús Crucificado, que antes de llegar a la cruz fue cautivo por nuestros pecados. Gracias, pues, por caminar unidos a la Fe Vigía y juntos convertirnos en Obreros de Cristo.

Esta noche me vas a permitir, querido Consiliario Paco Sánchez, que tome prestada esa expresión que me dijiste hace algunas semanas en esta misma Iglesia y que me llegó al corazón “obreros de Cristo”. Porque en esas tres palabras está encerrada toda la simbología y todo el significado que tiene la vida de un Cofrade, sea cual sea su hermandad. Trabajar siempre por y para Cristo, por y para su Palabra, por y para su Reino, por y para su Fe, por y para María, por y para toda la Comunidad, por y para el mundo cristiano… Durante todo el año y no sólo durante la Cuaresma o la Semana Santa, ya quien sólo se sienta cristiano y cofrade durante la Semana Santa está equivocando el camino, tomando una dirección incorrecta que sólo le llevará al abismo de un callejón sin salida hacia la idolatría y el mundo diáfano, hueco… vacío. Os aseguro hermanos, por experiencia propia, que si se trabaja por Cristo durante todo el año, sentiremos la misma emoción, el mismo orgullo, la misma satisfacción, la misma alegría que sentimos cuando Nuestros Titulares cruzan ese dintel que hay al fondo de esta Nave Central cada jornada de Semana Santa.

Viernes Santo por la mañana. Muy temprano se van acercando ya los hermanos vigías que poco a poco vienen a darle los buenos días al Señor antes de que expire en la cruz a las tres de la tarde. Una hermana anónima le trae, como siempre, las tres calas blancas que reposarán a sus pies como símbolo de la pureza de María. Una tradición que, como todas, comenzó sin ningún sentido, simplemente por estética, y que se ha convertido en una auténtica estampa de la Semana Santa Veleña. Este año será el segundo que esta hermana anónima no te traerá las calas desde el jardín de su barrio, sino desde el jardín del cielo. Bajará como todos los años y ella misma te las pondrá en tu trono eterno, bajo la mirada llorosa y nostálgica de su esposo, hijas y nietas que durante toda la noche perfumarán tu camino con el mejor de los inciensos. Tras el Vía Crucis matutino que recreamos todas las hermandades con sede canónica en esta Iglesia, los hermanos vigías recordamos momentos pasados con aquellos que viven fuera y que no faltan a tu cita cada Viernes Santo. Mientras tanto se van terminando los últimos detalles para que todo salga bien durante la noche.

Sonrisas en los rostros, nervios templados, ilusión renovada… ha llegado el gran día, el gran momento, la hora más soñada durante todo el año. Los Vigías hoy viven su particular gloria. Ya en casa, después de un almuerzo familiar más bien breve pero reponedor, cada horquillero se prepara: traje oscuro, corbata negra y camisa blanca, se cuelga su medalla, da brillo a sus zapatos, escudo en la solapa y escapulario vigía sobre el pecho, sobre el corazón. Cada penitente poco a poco se va vistiendo con el traje corporativo según mandan los estatutos: túnica blanca, capa y velillo rojos, cíngulo en la cintura, guantes y calcetines blancos y sandalias en los pies: los penitentes vigías van vestidos literalmente de pies a cabeza. Un puñado de peladillas en los bolsillos y lo más importante de todo: un inocente e ingenuo brillo de ojos incapaz de ser notado cualquier otro día del año.

¡Pero qué guapo se ve uno vestido con el traje de la Hermandad el Viernes Santo! ¡Con qué orgullo se pasea uno por la calle esa tarde camino de la Iglesia de San Juan con la capa roja al viento! ¡Sopla viento, sopla y ondea esas capas rojas en el sol de la cálida tarde primaveral axárquica!

¡Haz que con ese gesto cada penitente vigía, cada nazareno rojo y blanco se sienta más bello, más fuerte, más orgulloso de ser vigía cada Viernes Santo a las 5 de la tarde!

¡Ondea fuerte esa capa, empuja con fuerza el ánimo de cada nazareno vigía, porque ellos también son tan importantes como la horquillería, porque ellos también son parte esencial del cortejo, porque no hay más orden, más seriedad, más uniformidad, más rigurosidad y más solemnidad que la de un penitente vigía!

¡Ondea esas capas rojas brisa marinera mediterránea, para que cada penitente vigía, cada uno de esos 180 penitentes, sepan que Cristo los bendice uno a uno, desde la cruz, con su aliento y su mirada, desde la Cruz Guía hasta los ciriales!

¡Cortejo vigía, coged la Cruz Guía para abrirle a Jesús su particular Calle de la Amargura, evangelizad a Vélez con el Vía Crucis, alumbrad el camino de Cristo con los cirios, los faroles y las hachetas, anunciad a los cuatro vientos con las trompetas que Cristo ha muerto en la Cruz pero que pronto resucitará, representad con las mazas el poder y el gobierno de Dios, mostrad al pueblo veleño la belleza de nuestros Sagrados Titulares en sus Estandartes Mayores, escoltad al Guión con los cetros y bastones, haced cumplir las normas y estatutos con el Libro de Reglas, haced presente la Iglesia con los báculos, bendecid al pueblo con la reliquia de la Cruz en el Santo Lignum Crucis, y sobre todo iluminad el rostro de Cristo con los ciriales!

¡Sin gritos, sin campanas, sin aspavientos, con dulzura, elegancia y prestancia, como sólo un mayordomo vigía sabe hacer!

¡Y mi debilidad, los pequeños, los futuros cofrades, los pequeños penitentes rojiblancos que llevan en sus semblantes la más sincera, la más inocente, la más verdadera sonrisa al verse vestidos de nazareno y formar parte de la procesión!

¡Gracias, una vez más, cortejo penitencial vigía por convertir la procesión en una estación de penitencia por las calles veleñas!

Que el Cristo de los Vigías y su Madre del Mayor Dolor os bendigan.

Tras los Santos Oficios, los hermanos poco a poco entran en el templo y ocupan su sitio. Los enseres se reparten raudos y veloces en la capilla, entrega de guantes y escapularios a los horquilleros, últimas normas, últimas advertencias… y lo más importante: el momento inicial de nuestra estación de penitencia: el Padre Nuestro, la oración que Dios nos enseñó. Ese es el auténtico secreto: comenzar la procesión rezando. En el silencio del templo, en la intimidad aún de la Iglesia, suena la campana que un ángel llamado Antoñito sostiene en sus fuertes manos. Cristo se levanta al cielo, sin aplausos, en silencio, con añeja y singular melancolía, con lágrimas en los ojos: Cristo ha muerto. El dorado trono de rojos faroles se va situando poco a poco a los pies del Altar Mayor. Jesús de los Vigías se despide de su Madre, que temblorosa, sumida en el Mayor de los Dolores le aguardará toda la noche en la soledad de la Capilla. En ese momento surge un diálogo celestial y María del Mayor Dolor le recita a su Hijo Vigías estos versos de Hurtado de Mendoza inundados de amor maternal:

En la losa te ha ungido Nicodemo,

De ahí vengo, el alma hecha pedazos.

Sobre la piedra mis cansados brazos

Te han dejado dormido y ahora temo

Que este recio dolor en que me quemo

Me consuma al quedar sin tus abrazos.

¡Quién siguiera amarrada a esos lazos!

Aunque muerta contigo, ¡hasta ese extremo!

No sé más que sufrir, ni sé qué digo



Comprendo que las cosas de tu Padre

Son antes que las mías; pero cobarde,

Como mujer te pido, como Madre,

Lo que hiciste con Lázaro, ¡haz contigo!

Mi niño, mi Jesús… no vuelvas tarde.

Y la procesión avanza con paso lento por esta nave central y poco a poco un río de capirotes rojos inunda la calle y la Plaza de la Constitución para caer cual cascada penitencial calle La Cárcel hacia abajo… De nuevo, la campana del trono es de nuevo llamada, esta vez por uno de los Hermanos Vigías que por su edad no puede ser ya parte oficial del cortejo, y el Cristo de los Vigías de nuevo avanza por la nave central de la Iglesia, pero esta vez entre las lágrimas de María cuyo Mayor Dolor ha tornado en Penas y Angustias. Una lágrima más cae por sus mejillas al contemplar a Cristo muerto en la Cruz, Sagrario vacío, olor a muerte y a sangre en las calles. La cruz cae hacia atrás para salvar el dintel de la puerta, el trono avanza despacio, con mecida corta, en absoluto silencio… Milimétricamente, las espinas de la corona de Jesús apenas rozan la puerta. Los varales del trono ya lucen al sol y Cristo poco a poco empieza a ser exaltado elevando su cruz recta. Y de pronto, los corazones sobresaltados de todos los presentes saltan de emoción cuando el Himno Real suena a un lado de la calle. Es el mejor motivo musical que la Exaltación de la Cruz de Cristo pudiera tener para mayor honor y gloria del que es Gobernante universal, sin distinciones de fronteras y países. Los aplausos iniciales dan paso a la emoción que ya no se puede contener más y contagia la lágrima en las mejillas de los hermanos vigías al resto de los presentes. Quien no se conmueva con esta Imagen es que o no tiene corazón o su alma es de una férrea dureza e insolidaridad.

Los vencejos vuelan bajo, sobrevolando la Cruz de nuestros pecados, acariciando con el revoloteo de sus alas las heridas de Jesús Vigía, entonando con su trino una marcha fúnebre y lacónica que acompaña al cadáver de Cristo en su deambular por la aciaga tarde de Viernes Santo. El cielo cubierto de nubes que como fatal presagio anuncian la muerte del Hijo de Dios. Y de fondo música solemne, seria, recogida, que invita a todos a la meditación y reflexión. Seriedad en el rostro de todos: Cristo ha muerto y su cadáver colgado de una Cruz es mostrado al pueblo.

Y de nuevo, una vez más, mi mente echa a volar cada vez que el trono descansa de su larga maniobra de salida que comienza justo aquí en el altar mayor y termina en la plaza de la constitución. Todo del tirón, sin paradas, de una sola vez. Mis recuerdos vuelan al Viernes Santo de 1998: Mi ilusión inicial de querer ser horquillero del Cristo de los Vigías se ve truncada de una manera brusca y casi cruel cuando pasan lista de los horquilleros y mi nombre no está, cuando de repente me veo que ya no visto el hábito nazareno ni ocupo mi tradicional puesto como farol de la Cruz Guía, cuando poco a poco sale absolutamente todo el cortejo y me veo sólo en la Iglesia… ¿se han olvidado de mi? ¡Cristo mío de los Vigías, si yo tan sólo quería portarte por vez primera sobre mis hombros…! ¡Por qué me haces esto!

Un consejo que no paré de recibir de parte de muchos durante toda esa tarde: “Haz caso de lo que te diga Salvador Gallardo, pégate a él y sobre todo tranquilízate” ¡Dios mío, si yo no quiero protagonizar nada, no me siento capaz de ser ayudante de trono, tan sólo quiero prestarte mis pies y mis hombros para pasearte por tu Vélez!...

De repente un hermano extrañado por todo repara en mi solitaria presencia y advierte mis lágrimas y llanto contenido: ¿Por qué no tienes tu escapulario? Ponte éste y camina tras el trono” Hermano José Luis Torres, fuiste tú, quien ajeno completamente a todo, me diste ese primer escapulario y me empujaste a seguir la sombra de la Cruz de Cristo. Resignado y cabizbajo cumplo el cometido que me habían asignado. El trono, como siempre, llega a la plaza y hace una breve parada. Y de pronto Salvador Gallardo, el Jefe de Trono, con voz imponente y atronadora me llama desde la campana. Me acerco triste y apenado, y veo cómo mi tío Ángel Abad sale de su varal y es despojado de su escapulario blanco, el cual me es impuesto por él mismo con estas palabras que llevaré en mis entrañas hasta el día de mi muerte: “Yo lo he llevado sobre mis hombros más de 40 años. Que el Cristo de los Vigías te dé la misma fuerza que yo he tenido y seas capaz de llevarlo otros 40 años más. Hoy me habría gustado darle este escapulario a mi pequeño que nació muerto unas semanas después que tú, y que ahora tendría tu edad. Pero como Cristo se lo quiso llevar, hoy sobrino Alberto, eres como mi Hijo y tuyo es este escapulario. Ocupa mi puesto en el varal, que yo acompañaré al Cristo detrás”.

Comprendéis ahora queridos hermanos por qué la Cofradía de los Vigías es mi segunda familia, por qué llevo a este Cristo tan dentro de mí, por qué daría la vida si preciso fuere por Él. Esa noche, como no podía ser de otra forma, llovió y la Cofradía aceleró el paso por la Calle Canalejas, pero no me importó absolutamente nada. El trono no me pesó, los pisotones y tropiezos acelerados no me importaron en absoluto, que lloviese lo que tuviera que llover que yo era el hombre más feliz del mundo porque estaba donde yo quería: hincando el hombro bajo el varal del Cristo de los Vigías, el mismo varal, el mismo sitio que durante más de 40 años ocupó mi tío Ángel. Bello nombre y bellos sentimientos.

Pues desde aquí te digo hermano y tío horquillero que en aquel momento te prometí entre lágrimas y palabras entrecortadas que cumpliría tu promesa y aquí me tienes: pregonando a los cuatro vientos mi Fe Vigía, anunciando que seré miembro de esta Cofradía hasta el día que Él quiera llevarme consigo: ya sea de horquillero, de penitente, de promesa o de lo que sea: pero siempre con Él.

Verdaderamente no concibo mi vida sin un Viernes Santo en Vélez Málaga, junto a mi Cristo y en un futuro junto a mi Virgen. Una y mil veces a todos: gracias, gracias y mil veces gracias por regalarme estos momentos que me dan la vida.

Y prosigue la estación de penitencia. Camarín de la Piedad. Encuentro con hermanos cofrades de Jueves Santo que muestran su respeto al paso de Cristo Crucificado. Un Cristo Vigía Rico en Piedad que les otorga su bendición un año más y que intenta volcar su mirada hacia ese balcón bendito para ver a su Madre Piadosa, a la Novia de Vélez. Pero el Camarín está cerrado no será hasta el próximo Domingo cuando se abra de nuevo como símbolo de Resurrección. Poco a poco, esa riada roja y blanca ha inundado toda la calle Coroná, límite fronterizo con el Barrio de La Villa, el barrio donde Jesús aprendió a ser Vigía hace más de 500 años.

Al paso por la Puerta de Antequera, el trono se inclina levemente para que Cristo contemple su atalaya en forma de torre de Santa María y se despida por unos instantes de todos los habitantes de la Villa. Momento de gran significado y recogimiento, pero en silencio, sin alardes ni pretensiones: Es Viernes Santo y Cristo está Muerto en la Cruz.

Al final de esa calle el Cristo de los Vigías se topa una vez más con un antiguo Hospital donde antaño un grupo de religiosas y enfermos le dirigían sus oraciones. Y Cristo sigue sin comprender por qué no están ahí, porque se fueron y se marcharon a otro lugar donde no los puede ver físicamente, aunque sí espiritualmente, ya que nunca los abandona. Por eso, nadie lo oye suspirar y entristecerse. Nadie lo ve llorar. Y cabizbajo, el Cristo de los Vigías sigue su camino por la típica y pintoresca calle En medio. Al final de la misma, y cual tradición que nos oponemos rotundamente a dejar de cumplir, Cristo llega a la Plaza de las Indias a recordar otros tiempos, otras costumbres, otros usos… Allí ya no hay bocadillos, ni refrescos, pero sí melancolía de esos momentos y recarga de Fe y Devoción.

Momento especialmente emotivo el paso de la Cofradía por estas calles porque en ellas hay numerosos hermanos que esperan con ansia la llegada del Cristo, la visita de Vigías a sus viviendas.

Y de nuevo la melancolía, la injusticia, y la nostalgia invaden al Cristo de los Vigías cuando contempla la vacía Iglesia de las Claras. Y su voz se oye fuerte y clara: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Él también las conoce, ha convivido con ellas y aún resuena en sus oídos sus cánticos y oraciones. Las Claras también fue su hogar.

Y de un antiguo Convento de Clarisas al Cenobio Carmelitano. Cristo también es Vigía de las vocaciones y de la vida contemplativa y también quiso convivir un pequeño tiempo con nuestras monjitas Carmelitas. Allí se fue refugiado de las obras en este templo, precisamente acompañado de su Madre: ya siempre viajarás acompañado Cristo de los Vigías. Pero de su Madre en las dos advocaciones que ha tenido en estos 75 Años de Vida Vigía: Dolores y Mayor Dolor. Las tres Imágenes juntas compartiendo templo, negándose a ser privadas del culto aunque sea sólo por una pequeña temporada estival. Cosas de la vida, Misterios que no tienen explicación, casuística Divina… quién sabe, lo cierto es que allí coincidieron Vigías, Mayor Dolor y Dolores.

Por eso desde entonces, cada Viernes Santo no vuelves tu mirada hacia la Tribuna, sino hacia esas celosías que guardan tras de sí toda una vida de Fe en Ti, de dedicación a los demás, de Oración, de Amor. Estoy seguro que ellas, desde dentro sienten tu bendición, tu aliento, tu mirada, tu Cruz.

Pero la estación de penitencia ha de continuar, ya en su tramo final. Pero no por ello, la procesión se descompone ni marcha a otro ritmo. La Cofradía ha de entrar al templo igual que salió: con ritmo pausado, lento, marcial, de oración.

Aunque parezca típico y tópico, es cierto. La Cruz de Cristo pasa entre azahar florecido perfumando aún más si cabe el trono de Dios. La flor se abre a su paso e intenta mitigar las llagas de sus heridas perfumándolas con ungüentos y remedios naturales.

De pronto, una pequeña sonrisa aflora en tus labios cuando los recuerdos de tu niñez afloran en Ti al contemplar el azulejo de la Virgen de los Remedios. De repente te ves de nuevo en la Carpintería de San José, rodeado de virutas, maderas, puntillas, lijas, serruchos, martillos y escofinas. En la tranquilidad de un pequeño pueblo llamado Nazaret. Recuerdas la voz tierna, dulce y angelical de María, tu Madre, Remediadora de todos los males y Patrona de todos los Veleños. Recuerdas cómo te sostenía en sus brazos, te acurrucaba, te cantaba nanas y coplillas hasta dejarte dormidito. Eran otros tiempos más felices en los que te forjaste con el único fin de hacer cumplir en este mundo la llegada del Reino de Dios. Y un suspiro parece salir de tus labios junto a una sola Palabra, tímida, temblorosa, nostálgica… “Mamá…”

Última parada antes de la entrada al templo, antes de depositarte de nuevo en la Capilla junto a nuestra Madre que ha cambiado esa voz tierna y angelical por desgarrados llantos por la cruel Muerte del Hijo.

La Imagen del penitente te mira de frente, espera con ansia tu llegada y parece inclinar su capirote a tu paso en señal de devoción y respeto. Y casi sin darte cuenta, entre marchas fúnebres y oraciones desgranadas a tu paso, te encuentras de nuevo en el Pórtico de San Juan, de frente, mirando a tu Pueblo, recogiendo sus rezos en forma de saetas y poesías, ante la mirada emocionada de tus penitentes, sobre los hombros doloridos de tus horquilleros, ante la mirada firme y devocional de la Guardia Civil que te rinde honores de manera ininterrumpida desde hace más de 60 años.

Tu cruz sigue erguida, pero poco a poco comienza a deslizarse de nuevo hacia atrás para salvar el dintel. Sabes que te espera una larga noche junto a tu Madre que, acurrucada a tus pies, entre lágrimas y llantos, quitará uno a uno tus clavos para volver a mecerte en sus brazos, para acurrucarte y mimarte, para susurrarte al oído que te quiere con locura…

Suena de nuevo la Marcha Real y el trono entra de nuevo en el templo, que cierra sus puertas para, en la intimidad del mismo depositar el cadáver de Cristo a los pies de su Madre Dolores y Mayor Dolor. Sí, Cadáver. Porque justo al recibir esa última saeta, ese último aliento, esa última oración… nadie se ha dado cuenta de que Jesús de los Vigías ha inclinado su cabeza y ha… expirado, justo cuando la última promesa ha apagado su vela al finalizar el recorrido.

Silencio sepulcral en el templo, maniobras lentas y pausadas, magistrales, entre columnas Cristo vuelve al lugar desde donde partió hace 5 horas.

Una última mecida, una última mirada hacia la Virgen del Mayor Dolor que sí sabe que Cristo ha muerto, que sí ha visto su cabeza de caer, que ha oído su último aliento, que ha sido testigo de sus Siete Palabras y que ve cumplidos sus Siete Dolores.

Y silencio, silencio en toda la Iglesia, sólo roto por el llanto incontenible de algún devoto. Tres últimas campanadas, y el trono es depositado por última vez en el suelo.

Y sigue el silencio.

La estación de penitencia ha de terminar como empezó: rezando. Un padre nuestro, un Ave María: por todos los que ya no están aquí, por todas nuestras familias, por todo Vélez Málaga, en acción de gracias por la noche vivida… pero antes de abandonar el templo y dejar a María del Mayor Dolor en la intimidad de la Capilla llorar su desgracia, los hermanos Vigías no se pueden resistir, no pueden aguantar ni un momento más piropear a su Cristo, aunque sólo sea una vez, en el templo, terminada ya la Estación de Penitencia.

Aunque Cristo esté muerto, sólo piden eso: hacerle llegar de un grito al mismo cielo todo el Amor que sienten hacia Él:

¡Hermanos y Hermanas Vigías aquí presentes, Gritad conmigo, que aquí los tenemos, aquí sí y ahora sí: VIVAN LOS VIGIAS Y EL MAYOR DOLOR!

¡Señor de brazos abiertos en cruz, de mirada cabizbaja y contemplación sobrecogedora!

¡Señor que derrama su preciosísima Sangre por el perdón de nuestros pecados!

¡Señor de la Divina Muerte, de frente coronada de espinos y espalda azotada por el más cruel de los látigos!

¡Señor vigilante de almas y campos veleños!

¡Cristo de faroles rojos y calas a sus pies!

¡Señor de los gitanos de la Villa, que cada Viernes de Dolores imploran tu perdón al paso de tu cruz rozando el dintel de sus moradas!

¡Señor de los Vigías, tu Muerte no es Muerte sino dulce sueño divino, tu Cruz no es martirio, sino redención y perdón! Por eso, quien ama conoce a Dios, quien quiere a su prójimo te quiere a Ti.

Fuiste humillado, despreciado, maltratado, abofeteado y Tú nos devuelves todo eso simplemente con tu Perdón.

Varón de Dolores, León de Judá, Santo Rostro agonizante.

¡Veleños y veleñas, 500 años nos contemplan desde esa cruz, Cientos de generaciones pasadas ya le rezaron y alabaron!

Cristo de los Vigías, Tú que has sobrevivido a pestes, hambrunas, guerras, destrucciones, terremotos, tormentas, asaltos, fuego y a todo lo malo acontecido durante los últimos cinco siglos, sigue apiadándote de tu pueblo, sigue siendo el Vigía Eterno de Vélez Málaga, quédate con nosotros otros 500 años más, ayuda a tus hijos a salir de esta nueva crisis, económica y de Fe.

Ayúdanos a todos a encontrar un trabajo con el que alimentar a nuestros hijos y seguir siempre tu camino. Haz honor a tu nombre y vigila nuestros corazones, nuestras vidas y nuestro futuro. Igual que hiciste con tantos y tantos veleños que subían a Santa María a implorarte tu ayuda, haz con nosotros, con la Vélez Málaga del Siglo XXI.

¡Cristo de eterna Palabra, sanador de ciegos y leprosos! ¡Tú que das luz a nuestros ojos, sonido a nuestros oídos, palabras a nuestras mudas voces! ¡A ti, Cristo de los Vigías, imploramos tu Perdón y tu Ayuda!

¡María del Mayor Dolor, Madre de todos los Vigías!

¡Intercesora entre el pueblo y Dios Padre!

Bienaventurada Tú entre todas las mujeres,

Bienaventurada Madre de todos los pobres, porque vuestro será el Reino de los Cielos,

Bienaventurada Madre de todos los mansos, porque vosotros poseeréis la tierra,

Bienaventurada Tú y todos los que lloráis, porque seréis consolados,

Bienaventurada tu hambre y sed de justicia, porque serás saciada,

Bienaventurada y Misericordiosa Madre del Mayor Dolor, porque alcanzarás la Misericordia Divina.

Bienaventurada Tú, Limpia de Corazón, porque verás a Dios, estás ya con Dios.

Bienaventurada y pacífica Madre, porque serás llamada Hija de Dios,

Bienaventurada y perseguida por causa de la justicia, porque tuyo será el Reino de Dios,

Bienaventurada Madre de Jesús, por cuya causa seremos más de una vez insultados y calumniados, alcanzando entonces la recompensa en el Reino de los Cielos.

Santa María del Mayor Dolor ruega por nosotros.

Santa Madre de Dios,

Santa Virgen de las Vírgenes,

Madre de Cristo,

Madre de la Iglesia,

Madre de la divina gracia,

Madre purísima,

Madre castísima,

Madre siempre virgen,

Madre inmaculada,

Madre amable,

Madre admirable,

Madre del buen consejo,

Madre del Creador,

Madre del Salvador,

Madre de misericordia,

Virgen prudentísima,

Virgen digna de veneración,

Virgen digna de alabanza,

Virgen poderosa,

Virgen clemente,

Virgen fiel,

Espejo de justicia,

Trono de la sabiduría,

Causa de nuestra alegría,

Vaso espiritual,

Vaso digno de honor,

Vaso de insigne devoción,

Rosa mística,

Torre de David,

Torre de marfil,

Casa de oro,

Arca de la Alianza,

Puerta del cielo,

Estrella de la mañana,

Salud de los enfermos,

Refugio de los pecadores,

Consoladora de los afligidos,

Auxilio de los cristianos,

Reina de los Ángeles,

Reina de los Patriarcas,

Reina de los Profetas,

Reina de los Apóstoles,

Reina de los Mártires,

Reina de los Confesores,

Reina de las Vírgenes,

Reina de todos los Santos,

Reina concebida sin pecado original,

Reina asunta a los Cielos,

Reina del Santísimo Rosario,

Reina de la familia,

Reina de la paz.

Dios te Salve Llena de Gracia y hermosura,

El Señor Sea contigo ayer, hoy y siempre,

Bendita seas Tú entre todas las mujeres, Madre del Santísimo Cristo de los Vigías,

Bendito Él, que fue fruto de tu vientre, primer Sagrario de Jesús, Santa Virgen de la O,

Santa María de la Encarnación de Jesucristo, Madre de Dios y aquí en Vélez Madre de todos los Vigías,

Ruega por nosotros, por tus hijos y devotos, por nuestras familias, por todos los aquí presentes, por los que ya descansan contigo en la Paz Eterna, por los pecadores, por este humilde pregonero que ha intentado poner lo mejor de sí para cantar tus alabanzas y poner voz a 75 Años de Vida Vigía, de vida errante tras los pasos de la Cruz,

Gracias por haber sido mi luz y mi guía, y por haberme guiado en todos los asuntos tratados.

Ahora y siempre, por los Siglos de los Siglos, Amén,

He dicho.

 

 

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¿Cuanto queda para nuestra estación de penitencia?